lunes, 25 de octubre de 2010

La odisea del banco, primera gran dificultad en Firenze


Lo primero que hice en Florencia fue buscar un buen banco. Encontramos uno en pleno Duomo, así que sería cuanto menos normal. Hablando con el cajero a todo lo que preguntábamos contestaba “free, free”, poco después me enteré que lo que para él era free, free, para mí, serían dos euros por aquí, dos euros por allá... La cosa empezó mal. Algo raro había cuando tuve que ir con mil euros en el bolso por las calles de Florencia ya que no podía hacer una dichosa transferencia en el propio banco. Pero semanas después ya habíamos conseguido hacernos entender y el pagar dos euros por sacar dinero se había acabado. Así que por fin, todo parecía estar en su sitio. Pero claro, como casi todo en el Erasmus, cuando una cosa parece sencilla, oculta algo que lo hace complicado. Y como no, mi tarjeta spider del Monte di paschi no iba a ser menos, ¿cómo iba a infringir una ley no escrita del Erasmus? Imposible. 

Un día cualquiera, como cualquier otro, voy a sacar dinero. Pensé que el cajero estaba velando por mi economía cuando denegó darme 50 euros. “Me parece muy bien, pero necesito mi dinero”, pensé. Lo intenté con 40. Tampoco. Al final me fui con 20 euros y con un canto en los dientes. Me reuní con Sandra y fuimos a comprar a “Il Centro”. Allí, ella fue a pagar con la Spider y tal y como se la pasaron por la máquina se la devolvieron haciendo un gesto de confusión. Al final pagamos en efectivo y nos fuimos para casa. Todo el camino en silencio ya que yo sabía que algo raro pasaba. Lo primero que hice al llegar al piso fue comprobar mi saldo en la cuenta. 

Saldo total: + 10,30 e.

¿¿¿QUÉ??? No puede ser. F5. Refrescas. Vuelves a meter las tres mil claves que hay que poner para acceder. Y nada, aquellos 10 euros no se multiplican y se convierten en 600. Vas corriendo al cuarto de Sandra. “Deja lo que estés haciendo y comprueba tu saldo en la cuenta”. Ves su cara de alucine mientras pronuncia “1 euro, 12 céntimos”. “Lo sabía, algo raro pasaba, nos han quitado todo el dinero”. Puff. Llamas al número del banco donde pasan de ti al oír hablar español, y después de decirle tu código fiscal con todos los nombres de ciudades que se te ocurren, M de Madrid, P de Perugia…, van y te cuelgan sin mediar palabra. Llamas y llamas y no hay respuesta. Haces un skype para informar a tus padres. Y posteriormente te vas a la policía donde no pueden hacer nada hasta la mañana siguiente. Pues nada. Duermes poco y mal. Es el dinero del alquiler del próximo mes, y las cuentas estaban perfectas para ir tirando… ¿y ahora? Pues un cambio de planes total, como siempre desde el primer momento, cuando tenías una ruta con un viaje Sevilla-Pisa, y al final acabaste montada en un avión de otra compañía en el aeropuerto de Barajas y con destino a Milán. 

A la mañana siguiente visita obligada a mis cajeros favoritos (nótese el tono irónico), explicas lo que pasa y ellos sólo son capaces de decir que es muy raro. Mientras se hablan entre ellos entiendes que piensan que te lo has inventado, entonces sueltas un convincente “voy a ir a poner una denuncia a la policía”, ahí es cuando se les cambia la cara y dicen que volvamos con la denuncia en la mano. Nos vamos no antes sin discutir durante media hora para conseguir la lista de movimientos. Y claro, como no, no me libré de dar otros dos euros. Pero total, para que se los gaste otra persona en Bulgaria me los gasto yo. 

En la comisaria la misma historia, a grandes rasgos, pasan de ti. Entregamos la denuncia, tres sellos y para casa. “¿No nos dice nada?” “¿Ya está?” Todo eso mientras él indica que te levantes y tú te mantienes en la silla. Al final, el tío levanta el culo y llama a una mujer que habla español. ¿Por qué no lo habrá hecho antes? Es italiano, esa es la única respuesta. Gracias a la mujer nos fuimos tranquilas de allí y seguras de que el dinero tenía que ser devuelto. Así que, de vuelta al banco. Los cajeros al vernos entrar tiemblan mientras miran para otro lado para que no les toque atendernos. Pero nosotras vamos directamente a por otro. El hombre que nos abrió la cuenta. Después de todo fue él quien nos aconsejó ese banco, esa tarjeta…

“Tenemos que esperar dos o tres días por unos papeles y os llamo para rellenarlos”. Pasa un día, y otro, y al tercero tampoco llama. No sé de qué me sorprendí. Finalmente y gracias a que pasamos nosotras por allí el dinero nos será devuelto en 15 días como máximo. Así que, teniendo en cuenta que ese banco ha pasado a la historia, junto con la cuenta y la tarjeta, esta historia tiene un final feliz. Aunque más feliz será cuando tenga mis 600 euros a salvo.

2 comentarios:

  1. Así que los italianos como los portugueses "Don Pachorrini..." y tú poniéndole bien las alcalinas,jajaja

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  2. jajaj si, la verdad que fue muy estresante, pero al final todo salió bien.

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