Querido Sostres,
Ayer por la noche me fui a dormir
perpleja, pero para que lo entienda, le explicaré los motivos. Un momento antes
de irme a la cama vi que publicaba una entrada que llevaba por título “Erasmus”.
Ilusa de mí, creí que sería un relato bueno para leer antes de dormir y quizá
recordar ciertos momentos de mi Erasmus, pero a medida que iba leyendo el
corazón se me aceleraba más y más. Incluso había frases como “Los Erasmus son ridículos desde el punto de
vista académico y el único interés que tienen es etílico y sexual.”, que
tuve que leer dos veces.
El hecho de que tenga esta opinión
me llama mucho la atención, sobre todo cuando usted no ha vivido esa
experiencia. Por otro lado, viendo el resentimiento desde el que habla, quizá
sí que haya vivido una parte, y fuera ese novio españolito que hubiera
preferido atar a su novia a la pata de la cama.
Sí, el Erasmus se relaciona con las
fiestas. Algo que no dista de la realidad de cualquier estudiante en cualquier universidad
española. Es decir, no hace falta irte a miles de kilómetros de tu casa para
emborracharte y “empaparte” como dice usted de la cultura que te rodea. Habrá
gente que decida irse a otro país por ese motivo, lo cierto es que entre todos
los Erasmus que conocí viviendo en Florencia durante nueve meses, no vislumbré semejante
motivación. Ahora, usted y otros tantos como usted, pensarán que “pobrecitos, encima ni lo aprovecharon.”
Se equivoca. En mi periodo de Erasmus salí de fiesta como nunca lo había hecho.
Pero no se equivoque, no se trataba de salir a ligar como si no hubiera un
mañana. Salíamos siempre en grupo y volvíamos a nuestras casas comentando la
noche, riéndonos y pasándolo bien. Aún hoy, seguimos recordando esos momentos
con una sonrisa que jamás nadie nos borrará, aunque lo intenten personas como
usted.
Aclarado esto, me gustaría
explicarle lo que significa realmente el Erasmus. Habrá oído hablar de que es
algo que te cambia la vida. ¿Y sabe qué? Miles de estudiantes Erasmus que
pensamos y sentimos eso, no nos equivocamos. ¿Y sabe otra cosa? Tampoco es una mentira
elaborada, ni una manera de engañarnos para justificar fiestas sin control. Italia
para mí, y para muchos otros, era un sueño. Un sueño en mayúsculas. Siempre recuerdo
que cuando veía en algún libro de geografía una foto de un paisaje y debajo la
leyenda “La Toscana”, pensaba “algún día viviré allí.” Y permítame señor
Sostres, que antes con catorce o quince años no sabíamos que era aquello de “empaparnos”
con alcohol o con cualquier otra cosa. No sé si me entiende. Pasaron muchos
años hasta que en la universidad en la que estudiaba me dieron esa oportunidad,
la de realizar mi último año de carrera en Florencia. Una oportunidad que solo
otorgaban a dos personas y que se basaba en la nota media del expediente académico,
así qué, para todos aquéllos que lo creen, ¿dónde está el regalo? Finalmente, después
de consultarlo con mis padres, por suerte, personas de mundo, abiertas y
cultas, me fui volando a ese sueño que comenzaba a hacerse realidad.
Así comenzó mi aventura, así me
independicé (no económicamente claro) pero sabía que cuando pasará cualquier
cosa (que de hecho pasó) no tendría ni a mi madre ni a mi padre para ayudarme.
Fue de esa forma en la que aprendí cómo eran los pisos en Florencia y por
cuánto estaba el alquiler. También aprendí
a hacerme una cuenta en un banco extranjero, a comprarme un teléfono en
una compañía Italiana y a contratar Internet. Aprendí a hacer papeleo en
italiano mientras de España solo recibía información contradictoria y de Italia
ni siquiera recibía nada. Aprendí Italiano. Aprendí acerca de la pedagogía del oprimido
de Paulo Freire o de los estereotipos de géneros en libros de la escuela
elemental (reafirmándome en que a Italia y a España pocas cosas las
diferencian). Aprendí la realidad abrumadora de la esclavitud moderna. Aprendí
y reflexioné a través de las palabras de Bauman y de su Vidas desperdiciadas. Y aprendí mi profesión ya que realicé las
prácticas allí durante varios meses. Todos esos libros que leí distaban mucho
de los apuntes que he acumulado a lo largo de cuatro años de carrera. Ese año
de formación me sirvió para hacerme un poquito más culta, ver más allá de mis
fronteras y no encerrarme en unos apuntes que un profesor de universidad
realiza en un año determinado y los explica año tras año, sin variar ni un ápice
su discurso, las mismas comas, los mismos puntos. No sé si sabe lo que es
aprender de manera significativa, pero fue lo que yo hice en mi beca Erasmus. Y
me empapé, me empapé de Bauman, de Freire, de Bales, y de Petrella, entre
otros.
Esas fueron muchas de las cosas que
aprendí, pero por supuesto no puedo nombrar todas que ya me extendería y no
quisiera acabar resultando tan pesada como usted.
Por otro lado, está aquello que
conocí, algo que muchas veces abre más las miras de las personas y contribuye
más a su formación que examinarse de diez temas de memoria en la universidad. Conocí
Italia. Sí, aunque le parezca raro, conocí sus costumbres, sus lugares y sus lugareños.
Viajé. Viajé con mis amigos y amigas del Erasmus, viajé cuando mis padres me
visitaron, y viajé cuando mis amigos españoles me visitaron. Como podrá ver, no
todo se trataba de salir de fiesta, o, ¿aún le quedan dudas?
A grandes rasgos ya he aclarado lo
que quería aclarar, que soy consciente de que hay gente para todo, y por
supuesto con motivaciones muy diferentes. Pero, como siempre en la vida, el
generalizar no es bueno, y usted lo ha hecho. El Erasmus es algo que se te mete
por dentro y te cambia, pero lo hace para bien. Te hace más mayor, más maduro y
mejor persona. Te abre las miras y seguramente hará que tu vida de ahora en
adelante vaya por otro camino. Pero no necesariamente servirá para que
abandones a tu pareja y te desenfrenes por tierras extranjeras. Y si pasa,
tenga por seguro que no ha sido el Erasmus el que lo ha propiciado. Ha sido la
escasa fuerza de esa relación, porque son las personas las que se separan y no
la distancia.
Para terminar, escribiré las
palabras que en forma de sueños hechos realidad se escribieron en miles de
postis durante el día de Europa en Florencia:
“La mobilità Europea mi hai cambiato
la vita, vorrei che tutti potessero vivire esperienze simili.”