miércoles, 25 de julio de 2012

Respuesta a Salvador Sostres


Querido Sostres,

Ayer por la noche me fui a dormir perpleja, pero para que lo entienda, le explicaré los motivos. Un momento antes de irme a la cama vi que publicaba una entrada que llevaba por título “Erasmus”. Ilusa de mí, creí que sería un relato bueno para leer antes de dormir y quizá recordar ciertos momentos de mi Erasmus, pero a medida que iba leyendo el corazón se me aceleraba más y más. Incluso había frases como “Los Erasmus son ridículos desde el punto de vista académico y el único interés que tienen es etílico y sexual.”, que tuve que leer dos veces.

El hecho de que tenga esta opinión me llama mucho la atención, sobre todo cuando usted no ha vivido esa experiencia. Por otro lado, viendo el resentimiento desde el que habla, quizá sí que haya vivido una parte, y fuera ese novio españolito que hubiera preferido atar a su novia a la pata de la cama.

Sí, el Erasmus se relaciona con las fiestas. Algo que no dista de la realidad de cualquier estudiante en cualquier universidad española. Es decir, no hace falta irte a miles de kilómetros de tu casa para emborracharte y “empaparte” como dice usted de la cultura que te rodea. Habrá gente que decida irse a otro país por ese motivo, lo cierto es que entre todos los Erasmus que conocí viviendo en Florencia durante nueve meses, no vislumbré semejante motivación. Ahora, usted y otros tantos como usted, pensarán que “pobrecitos, encima ni lo aprovecharon.” Se equivoca. En mi periodo de Erasmus salí de fiesta como nunca lo había hecho. Pero no se equivoque, no se trataba de salir a ligar como si no hubiera un mañana. Salíamos siempre en grupo y volvíamos a nuestras casas comentando la noche, riéndonos y pasándolo bien. Aún hoy, seguimos recordando esos momentos con una sonrisa que jamás nadie nos borrará, aunque lo intenten personas como usted.

Aclarado esto, me gustaría explicarle lo que significa realmente el Erasmus. Habrá oído hablar de que es algo que te cambia la vida. ¿Y sabe qué? Miles de estudiantes Erasmus que pensamos y sentimos eso, no nos equivocamos. ¿Y sabe otra cosa? Tampoco es una mentira elaborada, ni una manera de engañarnos para justificar fiestas sin control. Italia para mí, y para muchos otros, era un sueño. Un sueño en mayúsculas. Siempre recuerdo que cuando veía en algún libro de geografía una foto de un paisaje y debajo la leyenda “La Toscana”, pensaba “algún día viviré allí.” Y permítame señor Sostres, que antes con catorce o quince años no sabíamos que era aquello de “empaparnos” con alcohol o con cualquier otra cosa. No sé si me entiende. Pasaron muchos años hasta que en la universidad en la que estudiaba me dieron esa oportunidad, la de realizar mi último año de carrera en Florencia. Una oportunidad que solo otorgaban a dos personas y que se basaba en la nota media del expediente académico, así qué, para todos aquéllos que lo creen, ¿dónde está el regalo? Finalmente, después de consultarlo con mis padres, por suerte, personas de mundo, abiertas y cultas, me fui volando a ese sueño que comenzaba a hacerse realidad.

Así comenzó mi aventura, así me independicé (no económicamente claro) pero sabía que cuando pasará cualquier cosa (que de hecho pasó) no tendría ni a mi madre ni a mi padre para ayudarme. Fue de esa forma en la que aprendí cómo eran los pisos en Florencia y por cuánto estaba el alquiler. También aprendí  a hacerme una cuenta en un banco extranjero, a comprarme un teléfono en una compañía Italiana y a contratar Internet. Aprendí a hacer papeleo en italiano mientras de España solo recibía información contradictoria y de Italia ni siquiera recibía nada. Aprendí Italiano. Aprendí acerca de la pedagogía del oprimido de Paulo Freire o de los estereotipos de géneros en libros de la escuela elemental (reafirmándome en que a Italia y a España pocas cosas las diferencian). Aprendí la realidad abrumadora de la esclavitud moderna. Aprendí y reflexioné a través de las palabras de Bauman y de su Vidas desperdiciadas. Y aprendí mi profesión ya que realicé las prácticas allí durante varios meses. Todos esos libros que leí distaban mucho de los apuntes que he acumulado a lo largo de cuatro años de carrera. Ese año de formación me sirvió para hacerme un poquito más culta, ver más allá de mis fronteras y no encerrarme en unos apuntes que un profesor de universidad realiza en un año determinado y los explica año tras año, sin variar ni un ápice su discurso, las mismas comas, los mismos puntos. No sé si sabe lo que es aprender de manera significativa, pero fue lo que yo hice en mi beca Erasmus. Y me empapé, me empapé de Bauman, de Freire, de Bales, y de Petrella, entre otros.
Esas fueron muchas de las cosas que aprendí, pero por supuesto no puedo nombrar todas que ya me extendería y no quisiera acabar resultando tan pesada como usted.

Por otro lado, está aquello que conocí, algo que muchas veces abre más las miras de las personas y contribuye más a su formación que examinarse de diez temas de memoria en la universidad. Conocí Italia. Sí, aunque le parezca raro, conocí sus costumbres, sus lugares y sus lugareños. Viajé. Viajé con mis amigos y amigas del Erasmus, viajé cuando mis padres me visitaron, y viajé cuando mis amigos españoles me visitaron. Como podrá ver, no todo se trataba de salir de fiesta, o, ¿aún le quedan dudas?

A grandes rasgos ya he aclarado lo que quería aclarar, que soy consciente de que hay gente para todo, y por supuesto con motivaciones muy diferentes. Pero, como siempre en la vida, el generalizar no es bueno, y usted lo ha hecho. El Erasmus es algo que se te mete por dentro y te cambia, pero lo hace para bien. Te hace más mayor, más maduro y mejor persona. Te abre las miras y seguramente hará que tu vida de ahora en adelante vaya por otro camino. Pero no necesariamente servirá para que abandones a tu pareja y te desenfrenes por tierras extranjeras. Y si pasa, tenga por seguro que no ha sido el Erasmus el que lo ha propiciado. Ha sido la escasa fuerza de esa relación, porque son las personas las que se separan y no la distancia.  

Para terminar, escribiré las palabras que en forma de sueños hechos realidad se escribieron en miles de postis durante el día de Europa en Florencia:

“La mobilità Europea mi hai cambiato la vita, vorrei che tutti potessero vivire esperienze simili.”