lunes, 25 de octubre de 2010

Verona, la ciudad de Romeo e Giulietta


El 23 de septiembre llegamos a Milán por la noche y dormimos en un hotel. Un mes más tarde, pasamos el día en la bella Verona. Y por la noche, nada de no saber a dónde ir a pasar la noche, a dormir en nuestro propio piso, con todo bajo control, sabiéndonos mover por la ciudad y siendo capaces de entender el italiano e incluso hablarlo algo. Si esto pasa el día que hacemos un mes en Italia, espero que cuando lleve nueve, sea una fiorentina más. 

Vistas desde el anfiteatro
De la excursión a Verona habría que destacar que la próxima vez la hago por mi cuenta, sin perder el tiempo, y entrando a todos los sitios por los que haya pagado. Hay que mencionar también que nada de guaguas de 3 horas para ir, y 3 para volver porque me puede dar algo. Y por supuesto, hablar del río. ¡Es azul! Te dan ganas de meterte al agua (si no fuera por el peletazo que hay fuera, menos mal que a ti sólo se te ven los ojos entre el abrigo y la gorra y estás muy calentita), y no te da la impresión de que puedas caminar sobre el agua, como pasa con el río que hay bajo el ponte vecchio en Florencia.

Por lo demás, Verona è una citta molto bella, donde lo más bonito no es entrar a ver cuadros a museos, sino callejear encontrando lugares llenos de encanto.  Sin duda hay que ver las vistas desde el anfiteatro donde disfrutas de toda Verona, con el rio y sus puentes, sus colinas, sus casas y sus catedrales, y por supuesto, visitar la casa de Julieta, donde no puedes ir si sacarte una foto desde el famoso balcón. Después de poco ajetreo durante el día ya que los guías pueden presumir de llevar consigo una gran parsimonia (y luego dicen que los canarios estamos aplatanados, pues no sé cómo estará esta gente…) a subirse de nuevo en la guagua, después de una avalancha de Erasmus desesperados por coger sitio (hay para todos gente…) de vuelta a tu casa. A meterte en la cama con dos edredones y a soñar con Romeo y Julieta. 

Balcón de Giulietta

La odisea del banco, primera gran dificultad en Firenze


Lo primero que hice en Florencia fue buscar un buen banco. Encontramos uno en pleno Duomo, así que sería cuanto menos normal. Hablando con el cajero a todo lo que preguntábamos contestaba “free, free”, poco después me enteré que lo que para él era free, free, para mí, serían dos euros por aquí, dos euros por allá... La cosa empezó mal. Algo raro había cuando tuve que ir con mil euros en el bolso por las calles de Florencia ya que no podía hacer una dichosa transferencia en el propio banco. Pero semanas después ya habíamos conseguido hacernos entender y el pagar dos euros por sacar dinero se había acabado. Así que por fin, todo parecía estar en su sitio. Pero claro, como casi todo en el Erasmus, cuando una cosa parece sencilla, oculta algo que lo hace complicado. Y como no, mi tarjeta spider del Monte di paschi no iba a ser menos, ¿cómo iba a infringir una ley no escrita del Erasmus? Imposible. 

Un día cualquiera, como cualquier otro, voy a sacar dinero. Pensé que el cajero estaba velando por mi economía cuando denegó darme 50 euros. “Me parece muy bien, pero necesito mi dinero”, pensé. Lo intenté con 40. Tampoco. Al final me fui con 20 euros y con un canto en los dientes. Me reuní con Sandra y fuimos a comprar a “Il Centro”. Allí, ella fue a pagar con la Spider y tal y como se la pasaron por la máquina se la devolvieron haciendo un gesto de confusión. Al final pagamos en efectivo y nos fuimos para casa. Todo el camino en silencio ya que yo sabía que algo raro pasaba. Lo primero que hice al llegar al piso fue comprobar mi saldo en la cuenta. 

Saldo total: + 10,30 e.

¿¿¿QUÉ??? No puede ser. F5. Refrescas. Vuelves a meter las tres mil claves que hay que poner para acceder. Y nada, aquellos 10 euros no se multiplican y se convierten en 600. Vas corriendo al cuarto de Sandra. “Deja lo que estés haciendo y comprueba tu saldo en la cuenta”. Ves su cara de alucine mientras pronuncia “1 euro, 12 céntimos”. “Lo sabía, algo raro pasaba, nos han quitado todo el dinero”. Puff. Llamas al número del banco donde pasan de ti al oír hablar español, y después de decirle tu código fiscal con todos los nombres de ciudades que se te ocurren, M de Madrid, P de Perugia…, van y te cuelgan sin mediar palabra. Llamas y llamas y no hay respuesta. Haces un skype para informar a tus padres. Y posteriormente te vas a la policía donde no pueden hacer nada hasta la mañana siguiente. Pues nada. Duermes poco y mal. Es el dinero del alquiler del próximo mes, y las cuentas estaban perfectas para ir tirando… ¿y ahora? Pues un cambio de planes total, como siempre desde el primer momento, cuando tenías una ruta con un viaje Sevilla-Pisa, y al final acabaste montada en un avión de otra compañía en el aeropuerto de Barajas y con destino a Milán. 

A la mañana siguiente visita obligada a mis cajeros favoritos (nótese el tono irónico), explicas lo que pasa y ellos sólo son capaces de decir que es muy raro. Mientras se hablan entre ellos entiendes que piensan que te lo has inventado, entonces sueltas un convincente “voy a ir a poner una denuncia a la policía”, ahí es cuando se les cambia la cara y dicen que volvamos con la denuncia en la mano. Nos vamos no antes sin discutir durante media hora para conseguir la lista de movimientos. Y claro, como no, no me libré de dar otros dos euros. Pero total, para que se los gaste otra persona en Bulgaria me los gasto yo. 

En la comisaria la misma historia, a grandes rasgos, pasan de ti. Entregamos la denuncia, tres sellos y para casa. “¿No nos dice nada?” “¿Ya está?” Todo eso mientras él indica que te levantes y tú te mantienes en la silla. Al final, el tío levanta el culo y llama a una mujer que habla español. ¿Por qué no lo habrá hecho antes? Es italiano, esa es la única respuesta. Gracias a la mujer nos fuimos tranquilas de allí y seguras de que el dinero tenía que ser devuelto. Así que, de vuelta al banco. Los cajeros al vernos entrar tiemblan mientras miran para otro lado para que no les toque atendernos. Pero nosotras vamos directamente a por otro. El hombre que nos abrió la cuenta. Después de todo fue él quien nos aconsejó ese banco, esa tarjeta…

“Tenemos que esperar dos o tres días por unos papeles y os llamo para rellenarlos”. Pasa un día, y otro, y al tercero tampoco llama. No sé de qué me sorprendí. Finalmente y gracias a que pasamos nosotras por allí el dinero nos será devuelto en 15 días como máximo. Así que, teniendo en cuenta que ese banco ha pasado a la historia, junto con la cuenta y la tarjeta, esta historia tiene un final feliz. Aunque más feliz será cuando tenga mis 600 euros a salvo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

De excursión, 10/10/2010


Después de 16 giorni en Firenze, llegó nuestra primera escapada. El lugar, Siena. La compañía, nuevos conocidos (más bien –as ya que la mayoría son chicas). Madrugón. Puede decirse que el primero en esta ciudad. Más tarde nos daríamos cuenta que no sólo posee esa característica, sino que también puede presumir de haber sido completamente innecesario. ¿La razón? Siena es enana. Muy bonita, eso sí. Pero en un par de horas ya has visto todo… y nosotros que pensábamos volver en el tren de las nueve y media, que ilusos. 

Lo más bonito, las vistas desde el Panorama y lo más conocido, la plaza donde se realiza il Palio di Siena una o dos veces al año.

 Durante todo el día no paramos de ver españoles, en la guagua los andaluces, en el centro, una mujer con una notita que iba leyendo en alto las explicaciones que algún visitante a Siena le anotó “y subiendo por la calle… giras a la sinistra, verás unas escaleras, y justo allí haciendo esquina, una tienda en la que hay unos quesos que te mueres” Mira para nosotras al escucharnos hablar español. “¿Os habéis enterado no?” “Cómo pa’ no señora, como pa’ no”. Risas. De estos encuentros se puede deducir que precisamente el italiano no lo practique aquel domingo diez, del diez, del diez. 

Al final, volvimos a casa en il train de las seis y media. Una vez en el centro de Florencia, vamos caminando por la calle del mercadillo, a la que puedes ir sobre las ocho o nueve y recoger perchas nuevas y cajitas por el módico precio de cero euros, y en la que íbamos con dichos accesorios, escuchamos un grito. Yo me hice la loca. Será algún dueño de algún puesto y quiere lo que es suyo. Al final se paran. ¡Era uno de los españoles de la guagua de Siena! Increíble, si lo que no pase en Italia. Hablamos un ratito y para casa. La verdad que ya apetecía. 

En definitiva, una ciudad que tachar de la lista de visitas obligadas en mi estancia en Italia. ¿Cuál será la próxima? ¡¡Verona!! ¡¡Allá vamos Julieta!!

domingo, 3 de octubre de 2010

Cambios.


El 1 de octubre del 2008  me desperté muy nerviosa pensando en todo el dinero que me había gastado en "el Centro" y en lo que supondría no aprobar, es decir, tener que esperar hasta Navidades. Ese día abrí la ventana y aunque sea raro en Lanzarote, sí, justo ese día estaba lloviendo... "no sé ni cómo se pone el limpiaparabrisas, voy a suspender…”
Bueno, al menos había que intentarlo, así que me llevó mi madre al examen, si todo salía bien, pronto sería yo la que la llevase a ella (o al menos eso pensaba en ese momento). Tuve que esperar a que se examinasen cuatro personas delante de mí, de las cuales dos suspendieron nada más subirse al coche (poco alentador). Fui la última y esperaba correr con la misma suerte, sobre todo teniendo en cuenta la rebeldía de mi pierna izquierda durante el estacionamiento.
Pero no, aprobé. ¡Aprobé! Pero lo importante, es que esos nervios que tuve hace dos años cuando me subí al coche con el examinador, fueron los mismos que sentí al reunirme para firmar mi primer contrato de alquiler. Y en esta ocasión, también puedo decir que aprobé. Ahora vivo en Florencia en un piso más grande de lo que nunca había imaginado y no puedo conducir. Así es la vida. Cambio tras cambio. Todo es acostumbrarse. Y a lo bueno uno se acostumbra rápido. 
Mi habitación