jueves, 26 de mayo de 2011

Más cosillas.

Otra vez se me han acumulado las cosas que contar. Sé que siempre prometo que iré día a día, pero claro, al final te lias y te lias, y nanai. Así que hoy contaré el viaje a Cinque Terre que nos pegamos el Sábado pasado. ¡Qué maravilla!

La tarde anterior nos fuimos a comprar unos gorritos con la intención de protegernos un poco más del sol, y yo, aunque temía que quizá no nos los pondríamos (daban lluvias) iba toda ilusionada porque iba a ver el mar después de casi medio año. Algo increíble en mí. 

El día comenzó realmente temprano aunque seguramente nuestros ojos y nuestras cabezas se despertarían más tarde. Cogimos nuestro tren en nuestra ya tan vista Santa Maria Novella (¿Cuántas veces habré ido ahí?). En el tren un par de charlas, unas risas a costa de mi no-ritmo y unas cuantas fotos. Después de una hora y media llegamos a "La Spezia", pero ese no era nuestro destino final. Una vez allí tienes que dirigirte a los cinco pueblitos marineros que componen "Le cinque terre". Una vez que te vas a subir en el tren, ves que hay muchas personas que tienen la misma intención que tu, por lo tanto, echas de menas aquel oficio de empujador de personas en los trenes de Japón, ya que el tren va tan petado que como mínimo, acabas tu en una punta y tus amigos en otra. Pero como son tan pocos minutos y vas tan entusiasmado da un poco igual.

Finalmente llegas. Y la primera visión ya hace que te sientas bien, que exclames todo el rato ¡qué bonito! y que te acuerdes de todas las personas que quisieras que vieran eso, en ese mismo momento. Una cala abrazada por montañas verdes. Agua cristalina. Calma. Relax. Conclusión: Primer baño del año. 

Después de disfrutar un rato en esa primera playa, (para mí, la mejor) pones rumbo a ver el pueblo y cada vez te sorprende más. Tiene algo especial. Y así fue todo el día. Cogiendo trenes (sin convalidar el billete) y andando por todos los pueblos, subiendo y bajando cuestas y escaleras, viendo vistas increíbles, haciendo muchas fotos, y bromeando todo el rato, desde bailes en mitad de la carretera hasta chicas ¡el gorro!, y las tres tontas con la mano en la cabeza por si se nos volaba. También fue un día en el que abundaba el decir ¡qué calor! de todas las maneras posibles, fa caldo, me aso, me estoy achicharrando y no sé cuantas más.

Y así, poco a poco, llegamos al final del camino, no sin antes subir más de 300 escalones, aunque al menos allí te recibe un cartel donde pone "Complimenti" que hace que te sientas un poco mejor. Pero lo realmente gracioso de esa parada fue el estar caminando dirección la estación y ver el tren pasar. ¿Llegaremos a tiempo si corremos? En un momento de locura grito: ¡Correeeeeeer! Y a los cuatro pasos yo ya me había parado... pero la intención es lo que cuenta. Al final tuve que volver a correr y llegamos. Bueno llegamos los cuatro, que vimos como Sandra llegaba apurada con su look primavera-verano de exploradora. 

Y claro, el final del viaje tuvo su guinda cuando vimos aparecer al revisor del tren. Vaya. No habíamos ticado el billete, pero no por nada, sino porque nos habíamos confundido al comprarlo y no lo habíamos estado utilizando así que ya íbamos del tirón. El caso es que como al menos si teníamos los billetes, el hombre decidió que le pagásemos un par de paquetes de papas, con cinco euros entre tres. Así que, dentro de lo que cabe no está mal. 

Después nos esperaba la vuelta, camino La Spezia y finalmente Firenze. Que nos recibió con el mismo calor al que nos está acostumbrando últimamente, y que por si no lo saben, es mucho. 

Pues bueno, este es un piccolo riassunto del primer viaje a la playita en Italia (al menos en el que hiciera un tiempo increíble). Lo recomiendo a todo el mundo, porque es espectacular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario